viernes, 22 de agosto de 2008

Caminando por las Américas(Primera Parte)

Caracas 4 de julio 1811
He llagado a la ciudad principal de la capitanía general de Venezuela. No ha sido fácil estar aquí, pues mi color de piel no es buen vista, pertenezco a la clasificación de Pardos (Según las normas sociales de esta racista sociedad), hombres de tostada epidermis; los cuales son la base económica de esta sociedad colonial. Pude trabajar como guardia de 3era clase en el pelotón de los valles de Aragua, destacado en Caracas, pero un oficial de la corona ha desempolvado un antiguo decreto fechado en 1666, en donde se prohíbe la participación militar de pardos y morenos. He caminado sin rumbo, la desigualdad de este lugar asombraría a los que algunos años atrás hablaron de igualdad en plena ilustración Franca...Pero se que algo pasará muy pronto, por algo estoy aquí...sigo buscándote..continuo tratando de obtenerte.


Mientras caminaba por las inmediaciones de la Plaza Mayor, pude observar lo magnifico de la planificación urbana; totalmente diferente a las localidades europeas, las cuales habían heredado lo contraído de sus ancestros medievales, aquí todo era libre, amplio, despejado, lastima que la estrechez asumida aquí, nacía del alma, de los prejuicios, del racismo y de la religión. Paré en un puesto de legumbres, mi cuerpo pedía un poco de alimento, mientras observaba la gran variedad de frutas y frutas, pude escuchar: “Ando en busca de un joven oficial de pintura, ¿Quién está interesado?”...di la media vuelta y me acerque, extendí una reverencia y le hice saber mis ganas de ocupar tal puesto. Aquel hombre me observó detenidamente y me pidió que camináramos para conversar, la caminata se hizo muy corta; habíamos llegado a la puerta de su taller ubicado en la zona de los artistas y artesanos de la ciudad, de nombre “Altagracia”, me invito a pasar y con gran cortesía me hizo tomar asiento, a mi alrededor estaban una vasta serie de utensilios, los cuales servían para el oficio de pintor; algunos jóvenes entre 10 y 20 años trabajaban en labores de limpieza y un perro estaba totalmente dormido debajo de un caballete de enormes dimensiones. El maestro se retiro para buscar algo, me levante y me acerque al lienzo que descansaba muy cómodamente sobre el caballete, era una obra muy peculiar, no era un trabajo tan perfecto como el que conocí en la Italia del renacimiento Florentino, pero tenia alma, tenia una fuerza descomunal que ni el mejor de los críticos de arte icnográficos del mundo podría explicar, del lado inferior izquierdo una firma: “Lovera”. Esta pieza mostraba el retrato de un hombre, nada fuera de lo común, pero el fuego estaba en sus ojos, eran como dos pequeñas constelaciones que mostraban algo intrínseco y denso. El maestro regreso y me hizo entender que yo no estaba preparado para el trabajo, pues carecía de credenciales en la participación de ese oficio, pero me dijo que vio en mis ojos algo que le inspiro confianza y por tal motivo podría permanecer en su taller el tiempo que fuera necesario, desde ese momento el maestro J. Lovera y yo nos hicimos grandes amigos.


Llego el 5 de julio, el maestro y yo, nos habíamos quedado despiertos en el taller, le contaba de ti, le hablaba de mi sueño, de como he vivido buscándote, de pronto un joven tocó la puerta con gran alboroto, y le dijo al maestro que se preparará para el gran evento, yo desconocía lo que pasaba, me pidió que lavara mi cara y que tomara un traje que había preparado para mi, me puse un chal color ébano, una chupa del mismo color y zapatillas con hebillas plateadas, estaba totalmente a la moda (pero como nunca he sido amante de los festines, siempre que me a tocado tapar mi desnudez con ese tipo de ropa, a sido con prendas ajenas)...antes de salir me pidió que por favor tomará un estoque que colgaba detrás de la enorme puerta, lo envainara y lo llevara en mi cintura..me dijo que ese día yo fungiría como su escolta, primero por que él tendría una participación especial en el evento al cual no dirigíamos, y segundo por que sabia que ese era el instrumento perfecto para mi.






Salimos de la casa..tomamos un coche y nos dirigimos hacía el convento de Santa Rosa de lima, ubicado en frente de la plaza Mayor, había mucha algarabía, centenares de carruajes, hombres de ropas distinguidas y bastones de mando cercaban el lugar y las 3 cuadras aledañas...El maestro preparaba sus herramientas de trabajo...pasamos a una pequeña sala, totalmente llena, un hombre llamó mi atención, yo lo conocía, era el conde de le Mirande, aquí le llamaban Francisco de Miranda, me escondí entre la multitud para que no me reconociera...salí por un momento y recordé aquella noche en Suiza, yo trabajaba como guardia de la entrada de la Sajonia y entable amistad con su sirviente André, un hombre oscuro, de muy buenos modales, culto como ningún esclavo conocido por mi...André y yo conversamos mucho sobre nuestros sueños, el anhelaba la felicidad de su amo y un mundo mejor, yo te soñaba a ti, y coincidía con él en todo lo demás. Al terminar de hablar, el conde le Mirande se acerco a nosotros, le pidió a su sirviente que ensillara su caballo...André se despidió de mi con un fraternal apretón de manos, el conde me miró misericordiosamente y no hizo contacto conmigo, era un hombre sensible, pero por nada del mundo olvidaría su status ni sus títulos... Así fue como conocí a ese hombre, su voz se escuchaba hasta en las puertas de la catedral, hablaba sobre ideas, libertad, igualdad, unión y centralización...algunos comentaban la creación de una república independiente...y que él seria quien la comandaría...ese día fue titulado como Generalísimo de las tropas de mar y tierra de la Primera República de Venezuela..que gran cargo ¿no?...pero otro grupo de hombres hablaban en las afueras de la sala..no confiaban en él, decían que era un hombre despegado de la patria que no podría sentir los llamados de la nación y mucho menos vencer los difíciles avatares de la guerra...Escuche con atención, pero la perversión era evidente, es aquel fuego que esta dentro de cada uno de nosotros, envidia, frustración e infamia...así se formaba el primer intento de independencia de los venezolanos...Rápidamente busque con mi vista al maestro quien con pincel en mano quitaba la virginidad al lienzo, le hacia el amor, lo poseía, obtenía de él millones de orgasmos, que se perdían en pinceladas de mil colores...creaba con pasión y plasmaba el momento, para unos era solo un cronista de la imagen, para mi era un amante que entre figuras, colores, movimientos y pasión detenía el tiempo.






La concentración termino...todo el mundo salía y se distanciaba del lugar, el maestro se molesto un poco, ya que al no verme no pudo plasmarme dentro de su obra, yo también me replique (no niego que sería muy acogedor volver tiempo después y poder observarme dentro de un legado histórico) pero sabia que mi presencia en estos lugares no podía ser registrada, he nacido para estar y después perderme en el tiempo... como deseo que al tenerte las cosas cambien...Llegamos al taller, algo me decía que era el momento de partir, el olor de la guerra estaba en la atmosfera, el maestro estaba cansado y decidió irse a dormir...una fuerza extraña despertaba mi ansiedad, deseo...la guerra de nuevo...salí de la casa por aire fresco..camine unos cuantos metros cuando observe que unos hombres montados en bestias llamaban a unirse a la nueva tropa republicana...no lo pensé dos veces, cambie el hermoso traje por mis ropas, deje una carta al maestro dándole las gracias...y explicándole que debía llevarme el estoque, era necesario para mi empresa...peregrine hasta una casona ubicada a unos 2 kilómetros a pie, le pertenecía a un hombre muy importante...un Marqués de apellido del Toro, todos los hombres que me acompañaban hablaban de los antepasados de aquel personaje, muchos de ellos lo llamaban amo..según un negro de nombre Casimiro..el marques era nieto de Don Pedro Mijares de Solórzano, Alférez Real destacado en Flandes y Nápoles, Sargento Mayor de la ciudad de Caracas y Comandante de las fragatas armadas de guerra de la Provincia de Venezuela. Eran de Cantabria (lo Digo por ese apellido)...pero debo reconocer que no me sorprendió...además yo no necesitaba lideres opulentos, ni Generales ostentosos, solo precisaba 3 cosas elementales...mi espada, el enemigo con quien debería luchar y tu recuerdo...así fue como salí de expedición a los valles de Aragua en la primera república venezolana...

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