La flauta de Apolo logró conciliar mi sueño, mientras las llamas de
aquella fogata se perdían entre las gotas de lluvia que brotaban del cielo, allí
comencé a escribirte y a dibujarte en las estrellas y la
galaxias.
Me perdí en el cielo Nórdico, caminé entre la irá de Odín y pude
volar acompañado de las guerreras Valquirias, dormité varios segundos que quizá
fueron siglos en la carcasa de un escudo de plata y diamantes que fue saqueado
de una planeta lejano donde dicen que los hombres corren desnudos bajo los
anillos de Saturno.
Luego salté varias estrellas imaginando que tu rostro me
esperaba dentro de una lluvia estelar, Allí llegue a la luna, quien me invitó a
conversar sobre ti, y me contó que una madrugada el sol despertó más temprano y
le hizo el amor durante muchos milenios dándote vida eterna, luego supe entre
las lagrimas de la luna que había partido en búsqueda de aventuras y que
caminabas planetas regando de energía todo lo que te rodeaba.
Un extraño ruido me hizo despertar y al abrir mis ojos volví a ver
aquella fogata, que poco a poco cedía a la fuerza de las lágrimas de tu madre,
las llamas habían resistido con fuerza, pues aún se mantenían en pie. Tomé mi
armadura y desperté mi caballo, que descansaba tranquilamente entre aquella
enorme sabana de colores verdes y ocres, de olores vírgenes y suave
pasto.
Galopé algunas horas sin sentido, quizá aún imaginaba que caminaba por
el espacio buscándote El agitado pulso de mi caballo me hizo saber que debía
desmontar y encontrar un claro donde saciar su sed, al levantar mi mirada dos
ráfagas de colores verdes y violetas violentaron el color ébano de la noche, sin
pensarlo los seguí con paso apresurado y llegue a una cascada la cual me
incitaba a descansar, aquellos colores que me invitaron se mezclaron con la
hermosa caída de agua y mientras mi amigo saboreaba el agua que nacía de ella,
decidí adéntrame más allá, crucé el portal de agua que me separaba de lo
desconocido.
Al pasar mojé mi cansado cuerpo que se refresco al instante…una
sombra me hizo saber que no estaba solo, me senté muy suavemente y logré verte,
tu cuerpo desnudo se confundía con las gotas de dulce agua, tu cuerpo como la
nieve de los parajes más lejanos y tus cabellos como el oro de las antiguas
ciudades del Oriente desorientaron mi ser, era el espectáculo más hermoso de
todos, lo que observaba no se comparaba con las mil batallas de mi haber, ni con
mis viajes a las ciudad de Héctor y Paris, hijos de Príamo, ni mi caminata por
la ciudad santa de Jerusalén y mis nocturnas andanzas por las estepas del reino
Otomano podían compararse con la belleza que destellaba de las siluetas desnudas
de tu cuerpo dejando.
No pude levantarme, mi armadura pesaba más de lo normal
y aunque el puño de mi espada estaba cerda muy cerca de mis manos era imposible
tomarla, estaba paralizado, pero no temía pues me sentía seguro. Tu espalda era
como el mapa del paraíso, de esos que los colonizadores de la América contaban
en sus viajes, era como el papiro que Marco Polo describió cuando llegó a la
China imperial, eras eso y mucho más
Un destello luminoso y cegador se apodero del espacio, cerré mis
ojos, pero aún tu olor me hacía saber que estabas allí, poco a poco tu fragancia
se fue alejando, se hizo más distante, como pude abrí mis ojos y logré ver una
legión de ángeles guerreros que te vestían con una armadura hecha con rayos de
luna y fundida por el fuego del dios Marte. Te levantaron hacía los cielos y te
alejaste…sobre mi cayeron 3 plumas de ángel y un mechón de tu cabello que sé
dejaste caer para mi…Salí rápidamente en busca de mi caballo que dormía, al
escuchar mis pasos despertó, monté sobre él y galope con fuerza, algo se movía
dentro de unas de mis alforjas, al abrirla encontré un pedacito de luna
que utilicé para alumbrar mi camino
martes, 11 de agosto de 2009
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